jueves, 28 de enero de 2010

Sencillo y Directo, John Denver


El montañés John Denver fue un hombre sencillo en las formas y su música daba buena cuenta de ello entre el pop en ocasiones y siempre folk. Pero ese folk de alma verdadera y alusivo a las emociones y vivencias desde el corazón de los aguerridos montañeses yanquis.

Pero al tiempo también fue un hombre inquieto. Se dedicó a la música, como es evidente, y también a su otra pasión, el vuelo. Incluido el acrobático. Llegó a estar a los mandos de un auténtico F-15.

Si la música le reportó una gran popularidad a nivel mundial con su voz inconfundible y melosa, el vuelo le llegó a costar la vida misma. Fue en octubre de 1997 cuando pilotaba un avión experimental de fibra de vidrio. Tenía sólo 53 años.

Denver, natural de Roswell, Nuevo Méjico, destacó además como actor, pero sobre todo por su labor humanitaria. Fue inspirador de varios proyectos de conservación de la naturaleza y llegó a fundar su propio grupo ecologista. Auspició distintas campañas para la erradicación del hambre llegando a trabajar codo con codo con diferentes lideres políticos buscando una solución.

Siquiera porque gente así no abunda en este atribulado mundo del siglo XXI ya se hace preciso recuperar una figura como la de este cantante y compositor estadounidense.

Por todo esto John Denver se ganó a pulso un lugar privilegiado y singular entre nosotros, los ensimismados musicales. Fue el músico más popular en lugares a dónde otros ni soñaban llegar por entonces, África, India o el Sudeste Asiático. Allí fue con sus canciones y su mensaje.

Sus letras reflejaban con credibilidad su pasión por la naturaleza y labores humanitarias. Inolvidables son las melodías siempre suaves y elegantes de temas como Country Roads, Leaving On A Jet Plane o Rocky Mountain High.

Pero quiero hacer mención a un delicioso tema de 1974 que dedicó a su mujer Annie, Annie's Song. La expresión de amor más sincera y honorable hacia una mujer. Lo vemos en una actuación en directo poco antes de su desaparición.



domingo, 17 de enero de 2010

Biblioteca del Congreso EE.UU.




Acumular el saber, el conocimiento o dejar escrito y conservar para la posteridad los hechos, mejores o peores, como exhibición ejemplarizante y un interés por mostrar las bonanzas tecnológicas o morales de cada época o civilización ha ocupado desde el principio de los tiempos a la humanidad.

Desde las cuevas de Altamira hasta la mítica Biblioteca de Alejandría pasando por todo el poder que a modo de reservorio de conocimiento acumularon los primitivos cristianos y después la Iglesia, ésta durante la Edad Media y prácticamente a la actualidad, son sólo unos ejemplos.

Las bibliotecas son en sí mismas el disco duro de toda la historia conocida del mundo y sus habitantes. Y evidentemente evolucionan en sus contenidos al ritmo y medida que nosotros lo hacemos. El Séptimo Arte por ejemplo ha tomado un papel predominante en algunas de ellas. Estos días se ha producido un hecho histórico que con toda seguridad abrirá camino.

En la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos acaba de producirse un acontecimiento sin precedentes: ha acogido por primera vez en su historia un vídeo musical. En los mismos estantes de películas como la inolvidable Casablanca de Michael Curtiz dirigiendo a Humphrey Bogart e Ingrid Bergman o Eva Al Desnudo de Joseph L. Mankiewicz con la intrigante mirada de Bette Davis y una incipiente Marilyn Monroe, a partir de ahora se podrá contemplar la figura de Michael Jackson.

Ya dije en su momento que no dejaríamos de hablar del genio de Indiana. El videoclip Thriller de casi 14 minutos de metraje y que alcanzó en su momento por innovador en el mundo de la música un éxito sin precedentes pasa a formar parte del registro Nacional Fílmico de la Biblioteca del Congreso de los EE.UU.

Los muertos vivientes de aquel cortometraje comparten eterno descanso con otros inmortales del cine. Y lo que nos queda por ver. De momento disfrutemos con el vídeo, que ciertamente es un trabajo sobresaliente.



martes, 5 de enero de 2010

Estados de Ánimo, Amaneciendo

En mis largos periplos por la memoria de la música moderna he hallado mil y una sensaciones irrepetibles. Aquellos clásicos vinilos de toda la vida que sin saber por qué de pronto vuelven del más allá, de un injusto descanso de los justos. Porque a pesar de la tira de años que ya visten sus surcos siguen tan enamoradizos como siempre.

Me he entretenido en acomodar mi castigado cuerpo en el sofá más confortable de casa y casi como si el tiempo hubiera retrocedido unos cuantos años atrás, no te diré cuántos porque yo también gasto coquetería, he disfrutado como un niño.

El motivo de mi júbilo las notas suaves, elegantes de un Neil Diamond al que muchos tacharon de ñoño y suavón. Seguramente por envidia porque en los años de este disco que te propongo, primera década de los setenta, estaba hasta en la sopa y con un exitazo casi igualable al de final de la presente que casi acaba.

Es cierto que Diamond nunca inventó nada. De hecho se presentó a mediados de los sesenta como un Elvis más y comenzó la siguiente década ataviado de un halo cuasi místico, muy acústico e introspectivo como era la moda por aquel entonces. Ese tipo de músicos que llenan la escena con sus propuestas a veces pretenciosas pero siempre geniales y correctos.

Este hombre natural de Broocklyn fue un poco más allá imprimiendo cierta originalidad en sus trabajos y sobre todo una calidad vocal basada en la versatilidad de una voz inconfundible y muy bien timbrada repleta de sentimiento.

Su buen amigo Tom Catalano supo captar la profundidad de las reflexiones en forma de canción de un poeta introspectivo con una gran facilidad para construir melodías pegadizas como hermosas baladas, en ocasiones, es cierto, algo recargadas.

Pero ahí está, con un puñado de buenos clásicos como Play Me o el irreductible Song Sung Blue. No te diré más que el greñudo Diamond de antaño que tan mala relación mantuvo con la crítica musical encuentra una tregua en este disco llamado Moods, porque sirvió de punto de inflexión entre el "cariño" mutuo que ambos se profesaban. Este álbum es sin duda uno de los mejores discos de Neil, opinión unánime.

Vámonos a continuación con el tema que cierra el álbum. Una sentida baladita con la cálida voz e interpretación de un pletórico músico en el mejor momento de su carrera, Morningside.